Coliseo de Ferias de Ibagué tendrá nuevo quiosco en guadua

Coliseo de Ferias de Ibagué tendrá nuevo quiosco en guadua

El espacio es construido por la Alcaldía y el SENA Tolima como parte del plan de embellecimiento del escenario.
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Infibagué

El Coliseo de Ferias de Ibagué continúa con su proceso de renovación. En esta ocasión, la Administración Municipal, en alianza con el SENA regional Tolima, adelanta la construcción de un nuevo quiosco en guadua, diseñado para ampliar y mejorar los espacios de servicio dentro de este tradicional escenario de la ciudad.

“Estamos construyendo junto al SENA un nuevo espacio, para que sea utilizado y aprovechado por todos los ibaguereños cuando asisten al Coliseo de Ferias. Esperamos emplearlo en muchas actividades que tendremos allí”, explicó Edilberto Pava, gerente de Infibagué.

La Alcaldía de Ibagué recordó que en los últimos meses se han adelantado labores permanentes de mantenimiento en el Coliseo, como podas, rocería, pintura y trabajos de soldadura, con el objetivo de conservar en buen estado el espacio.

Entre las intervenciones recientes se encuentra la recuperación de la cubierta del pasaje comercial, la cual pudo estrenarse en la Feria Agropecuaria realizada en junio. “Por eso nos motivamos a seguir trabajando por mantener más bonito el Coliseo de Ferias de los ibaguereños”, agregó Pava.

Con estas obras, el Coliseo de Ferias reafirma su importancia como centro de encuentro ciudadano y escenario clave para eventos culturales, comerciales y agropecuarios en la capital tolimense.

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Los secretos que esconde el único puente de guadua que tiene Bogotá, la obra que resalta en la calle 80

Este puente, construido por el arquitecto Simón Vélez, honra a Yenny Garzón y guarda una historia de dolor, innovación y memoria en la capital

Por: Ramiro Pacheco | septiembre 27, 2025
Los secretos que esconde el único puente de guadua que tiene Bogotá, la obra que resalta en la calle 80

El puente de Guadua, como lo llama todo el mundo, está ahí desde hace más de veinte años. Nadie lo recuerda por su nombre oficial: puente Yenny Garzón. Para los bogotanos, es simplemente ese puente extraño, con alma de caña y cuerpo de acero, que se levanta en Engativá, a la altura de la carrera 119 con calle 80, justo donde Bogotá empieza a despedirse de sí misma para dar paso a los municipios de Cota, Tabio, Tenjo, Funza, Mosquera, Villeta, y toda la cadena de pueblos que se abren como corredores hacia el occidente.

puente de guadua

El puente es único. No hay otro en Bogotá que se parezca. Fue construido en guadua, una caña que en el Eje Cafetero abunda y que para muchos es sinónimo de lo humilde, de lo sencillo, pero que, en manos de arquitectos tercos y visionarios, se transforma en un material tan noble como el acero y el cemento. Eso lo entendió el arquitecto Simón Vélez, un hombre que decidió ponerle alas a un tallo verde y convertirlo en estructuras que, más que puentes o casas, parecen poemas de bambú.

Vélez diseñó la estructura y Marcelo Villegas la levantó pieza por pieza. El Instituto de Desarrollo Urbano financió la cimentación, los estudios y las rampas; el SENA pagó parte de la mano de obra; y la empresa Bambú de Colombia donó las guaduas, que llegaron desde Quimbaya, Quindío. En total se usaron tres mil varas, 45 metros de largo, tres de ancho, 130 toneladas de peso. Y un título difícil de arrebatar: es la estructura de guadua más grande del mundo en su tipo.

Cuando se inauguró, el 30 de diciembre de 2003, Antanas Mockus —entonces alcalde de Bogotá— la miró con recelo. Aseguró que parecía una estructura estrafalaria, que rompía con la armonía del entorno. Después, ya puesta en servicio, reconoció que era una obra bella, innovadora, un puente que conciliaba lo frío del cemento y el hierro con lo cálido de la guadua. Esa contradicción lo hacía distinto: un puente que no era de vidrio ni de acero, sino de caña, levantado en medio de una ciudad que todavía duda entre lo moderno y lo ancestral.

puente de guadua

Lo cierto es que no siempre fue así de ligero. Al principio pesaba 210 toneladas: tenía un piso de concreto y un techo de teja de barro. Pronto se dieron cuenta de que la estructura no resistiría tanto peso. Fue entonces cuando decidieron cambiar el piso por madera y el techo por bambú y materiales sintéticos. Así, la mole perdió ochenta toneladas y pudo descansar. Desde entonces, conecta Engativá con Suba a través de seis kilómetros de ciclorutas que van desde el parque La Florida hasta el humedal Juan Amarillo.

Pero el puente guarda, además de sus cifras y su audacia arquitectónica, una historia íntima, dolorosa, que lo nombra. Yenny Varinia Garzón Caicedo nació en Bogotá en 1973 y estudió arquitectura en la Universidad Nacional. Se especializó en investigar el uso de la guadua y el bambú en la construcción. Trabajó codo a codo con Simón Vélez y aprendió de él a ver en esa caña no un material barato, sino una fibra resistente que podía convertirse en el esqueleto de grandes obras.

La vida de Yenny se apagó temprano. Fue asesinada en Chía, en febrero del año 2000, cuando apenas tenía 27 años. Su muerte aún no tiene responsables claros: el caso sigue sin resolverse. Su padre, Angelino Garzón, que por esos años era gobernador del Valle, nunca dejó de repetir una enseñanza que le había dejado su hija: “Aprenda de la guadua, papá. Ella se dobla, pero no se quiebra. Y entre más vieja, más flexible, pero aun así no se rompe”.

Tal vez por eso, cuando el puente se levantó, Vélez decidió bautizarlo con el nombre de Yenny. Era una manera de devolverle a la joven arquitecta lo que ella le había dado: la convicción de que la guadua podía desafiar el tiempo. Desde entonces, cada persona que cruza ese puente camina, sin saberlo, sobre un homenaje.

En las mañanas, el puente se llena de ciclistas que van rumbo al trabajo y de vendedores que empujan carretas con frutas. Por las tardes, son los estudiantes de Suba los que lo atraviesan para tomar bus hacia el occidente. Muchos ni siquiera se preguntan de qué está hecho. Para ellos, es simplemente el paso obligado, un tramo más de la ruta diaria. Pero ahí está: vibrante, silencioso, recordando que la ciudad también tiene un corazón de guadua.

puente de guadua

Simón Vélez, el autor de la obra, se ha vuelto una figura mundial. Ganó el Premio Príncipe Claus en 2009 y estuvo en la Bienal de Venecia en 2016. Ha levantado edificaciones en Alemania, Jamaica, China, India, Panamá, Ecuador, Estados Unidos, Francia, Brasil y México. Su sello es claro: un sistema de unión que incorpora la guadua como un componente estructural permanente. Él insiste en que este material es más barato que el acero, menos contaminante y capaz de durar hasta dos siglos si se cuida bien.

Quizás por eso, el puente de Engativá no es solo un experimento urbano ni un atajo para ciclistas. Es un símbolo de lo que se puede lograr cuando lo local se defiende frente a la avalancha de lo global. Un recordatorio de que la caña que crece en el Quindío puede sostener a Bogotá entera. Y también, de que los muertos, como Yenny, pueden seguir vivos en la forma de un puente que se dobla, pero no se quiebra.

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​La importancia del calendario lunar en la mejora de la productividad del sector del agro

La importancia del calendario lunar en la mejora de la productividad del sector del agro

Se recomienda que la cosecha de madera, guadua y otras especies se hagan en luna menguante, para evitar la producción se pudra

La ciencia ha demostrado que la luna concentra unas fuerzas magnéticas que inciden directamente en las dinámicas del agua que hay sobre la Tierra, dependiendo de las fases del calendario lunar. Por eso, cuando hay luna llena, el nivel de las mareas sube, y cuando hay luna nueva, bajan. Si tenemos en cuenta que el organismo de la mayoría de los seres vivos está compuesto hasta por un 70% de agua, el entendimiento de este fenómeno natural ayuda a mejorar algunos ciclos productivos en las actividades del agro.

“El agua influye en toda la dinámica de la vida y está influida por las fuerzas magnéticas de la Luna, que cambian con las distintas fases de su calendario”, dice David Vásquez, investigador PhD en agroecología del Centro de Investigación Mira de Agrosavia en Tumaco (Nariño), explica. Dicho ciclo dura 28 días y se divide en cuatro momentos, cada uno de siete días: inicia con la luna creciente, sigue con la llena, continúa con la menguante y cierra con la luna nueva. En los primeros 14 días las aguas suben, y en los 14 finales bajan.

¿Cómo afecta el calendario lunar en las plantas?

Con lo anterior, David Vásquez recomienda que, en épocas de aguas arriba, no es recomendable cosechar maderas. Y expone el ejemplo de la guadua angiosperma, una especie que reserva agua en sus cañutos internos: si se le hace un corte con un machete a las 3:00 de la mañana en luna llena, saldrá un chorro de agua con mucha presión.

“Siempre se recomienda que todos los procesos de cosecha de madera, guadua y otras especies se hagan en luna menguante, porque si el agua está arriba, esa madera tiende a pudrirse y no va a estar en su mejor condición para que sea útil y se pueda guardar”, comenta el experto acerca de esta situación.

Entender el calendario lunar también orienta el desarrollo de las podas. En este caso, la sugerencia es hacerlas en menguante, para optimizar el proceso de cicatrización de las plantas y evitar la entrada de hongos o bacterias. Si se hacen en las fases de luna creciente o llena, el exceso de agua perjudica y expone a las especies. En cuanto a las siembras, la mejor época es en luna menguante o nueva, cuando el agua está abajo.

“La idea es que el agua y la fuerza se concentran en la parte baja de la tierra para que estimulen las dinámicas de todos los procesos biológicos que allí ocurren”, y que son necesarios para que las plantas crezcan sanas y fuertes.

Jairo Lozano, tecnólogo en producción agroecológica y productor agroecológico en el Oriente de Antioquia, refuerza lo dicho por David Vásquez y comenta que cuando hay luna llena, la savia de las plantas, es decir el agua y todos los nutrientes, se encuentren en la parte alta de las especies, lo cual favorece los procesos de floración y fructificación.

“Si entendemos eso, vamos a comprender que los mejores momentos para realizar procesos agrícolas es cuando la luna está llena. Caso contrario, cuando hay luna nueva, la savia de la planta, los nutrientes y las aguas se encuentran una raíz, y eso permite planificar las siembras de productos que sean de tipo raíz, tubérculos, rizomas, e intervenir también con más facilidad lo nutricional para el fortalecer el crecimiento de desarrollo radical de las plantas”, afirma Lozano.

El uso del calendario lunar es una práctica ancestral que en los últimos años se ha apoyado en la ciencia para reforzar algunos conceptos y desmitificar otros que no tienen sustento científico. Por ejemplo, hasta hace algunos años algunos productores empíricos recomendaban sembrar solo en luna menguante, pero con el tiempo se demostró que se puede hacer en cualquier momento, pero teniendo en cuenta los flujos energéticos y las fuerzas magnéticas que irradia la luna.

“Como productor, me he inclinado mucho a estudiar y analizar sobre las teorías que han creado los biodinámicos, y puedo dar fe de que si realizo la planificación adecuada de siembras y cosechas basándose en esas recomendaciones por los ciclos lunares, logro que las plantas sean más vigorosas, con mejores cosechas, y que estén en su ciclo con menos incidencia de plagas y enfermedades, lo que es fundamental”, cierra Lozano.

Otras creencias
Los fieles seguidores del calendario lunar afirman que las fases de la Luna influyen en el crecimiento del cabello, la calidad del sueño, el estado anímico, los partos e incluso el éxito en los tratamientos médicos. En cuanto a la agricultura biodinámica, por ejemplo, se adapta el calendario de siembra y cosecha al ciclo lunar, ya que se argumenta que la savia de las plantas se mueve con mayor intensidad en determinadas fases, lo que podría llegar a afectar su crecimiento y productividad.

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