Exploración espacial china: cómo el «bambú lunar» podría apoyar el alunizaje antes de 2030

Publicado:
Viernes, 5 de Diciembre de 2025 a las 17:13hrs. | Periodista Digital: EFE
El proyecto plantea soluciones modulares para reducir costos y acelerar la infraestructura en el satélite.

La directora de una empresa espacial hongkonesa presentó esta semana una propuesta que plantea emplear el regolito lunar -material que cubre la superficie de la Luna- para fabricar estructuras tubulares inspiradas en la lógica del bambú, mientras la comunidad internacional acelera los preparativos para el regreso de misiones tripuladas al satélite.

El planteamiento de Clara Lo, de Orion Astropreneur Space Academy, parte de una premisa ampliamente aceptada por las agencias espaciales: enviar materiales de construcción desde la Tierra es extremadamente costoso, por lo que el futuro de la presencia humana fuera de nuestro planeta dependerá de aprovechar los recursos disponibles en el propio entorno lunar.

La especialista sostiene que el uso directo de materiales locales será fundamental para reducir costes y garantizar construcciones resistentes. Según explicó, sistemas robóticos podrían encargarse de extruir o imprimir en 3D cilindros huecos elaborados a partir del regolito, endurecidos mediante luz solar concentrada o microondas.

Estas piezas funcionarían como módulos ligeros, comparables a las cañas de bambú utilizadas tradicionalmente en andamiajes de Asia. Su diseño permitiría que fueran almacenadas en paquetes compactos y posteriormente desplegadas de forma automática.

La propuesta también contempla reforzar los tubos con fibras de basalto obtenidas de la propia roca lunar, o con pequeñas cantidades de polímeros transportados desde la Tierra para aumentar su resistencia.

El montaje se realizaría mediante conectores mecánicos capaces de soportar el polvo y las duras condiciones de la superficie lunar, lo que evitaría el uso de adhesivos y facilitaría ensamblajes rápidos y secos.

Lo enmarca su iniciativa en una filosofía de diseño centrada en la modularidad, la adaptabilidad y la eficiencia. Considera que este método podría aplicarse también en otros escenarios, como futuras misiones a Marte, plataformas orbitales o situaciones de emergencia en zonas remotas de la Tierra.

Su propuesta llega en un contexto de creciente actividad espacial y de avances significativos en los programas destinados a retornar al satélite.

China afirma que los preparativos de su misión lunar tripulada avanzan con normalidad y mantiene su objetivo de lograr un alunizaje con astronautas antes de 2030.

El gigante asiático continúa así ampliando un proyecto espacial que ya ha conseguido hitos como el alunizaje de la sonda Chang’e 4 en la cara oculta de la Luna y la llegada a Marte con la misión Tianwen 1.

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Diana Isabel Villalba usa el poder de la guadua para unir al pueblo indígena Pijao

Desde el corazón del resguardo indígena San Antonio, en el Tolima, Diana Isabel Villalba lidera un proyecto pionero en forestería comunitaria basado en la guadua. Un proceso que inició con pequeñas iniciativas en 2016, pero que fue oficialmente apoyado en 2018 por el Ministerio de Ambiente y la FAO. Hoy, con más de siete hectáreas de plantaciones, su trabajo y el de su comunidad enfrentan retos y sueños que buscan consolidarse en una ecoempresa sostenible.

Diana Isabel Villalba usa el poder de la guadua para unir al pueblo indígena Pijao | Confidencial Noticias

El nacimiento de una iniciativa

El proyecto de forestería comunitaria con guadua nació como un esfuerzo colectivo por parte de la comunidad del resguardo indígena. En sus inicios, se establecieron seis hectáreas de bosque de guadua con la idea de generar un modelo sostenible de producción que permitiera la conservación ambiental y el desarrollo económico de la comunidad.

Además de la guadua, el proyecto incorporó cultivos de café, plantas medicinales y aromáticas, diseñados para ofrecer beneficios a corto y mediano plazo. De esta manera, mientras la guadua crecía, el café comenzaba a producir, asegurando cierta estabilidad económica para los involucrados.

Para Diana y su equipo, la guadua ha sido más que una planta; ha sido un símbolo de cambio y crecimiento. «Siempre ha estado aquí, pero nunca habíamos hecho un manejo forestal de ella. En este proceso nos dimos cuenta de su importancia dentro de nuestra cosmovisión indígena», explica Diana.

La comunidad recibió apoyo de la FAO y el Ministerio de Ambiente en cuatro etapas. Estas ayudas incluyeron capacitación técnica, asesoría en mercadeo y aportes de insumos esenciales. Sin embargo, la intermitencia en la financiación y la falta de continuidad han sido los mayores desafíos. «Nos apoyaban por tres meses y luego pasábamos largos periodos sin ayuda, lo que nos ha obligado a buscar alternativas para mantener el proyecto a flote», cuenta.

Desafíos y resistencia

El mantenimiento de la guadua es una tarea demandante. Se requiere poda cada tres o cuatro meses y fertilización constante. Sin el apoyo económico suficiente, la comunidad ha tenido que invertir sus propios recursos. En sus inicios, el proyecto contó con 43 personas asociadas, pero debido a las dificultades, hoy solo quedan 14, muchos de ellos con dudas sobre la viabilidad a largo plazo.

«El gran reto es garantizar la sostenibilidad del proyecto», dice Diana. «Ya no contamos con el respaldo de la FAO y dependemos de recursos del resguardo, que cada vez son más limitados». Sin embargo, la determinación de quienes siguen en la asociación es inquebrantable. «Sabemos que este proyecto puede cambiar vidas, generar empleo y consolidar una economía sostenible en nuestra comunidad».

Diana sueña con una ecoempresa que transforme la guadua más allá de la venta de materia prima. «Queremos fabricar artesanías, pisos, paredes, casas prefabricadas, y hasta alimentos derivados de la guadua. La idea es generar empleo para jóvenes y adultos, y demostrar que este recurso puede ser la base de un modelo económico sostenible», expresa.

El café, por su parte, ya está en producción y se han dado los primeros pasos para su transformación y comercialización. La comunidad cuenta con maquinaria para el procesamiento, pero aún enfrenta barreras como los costos de certificaciones necesarias para su venta en mercados más amplios.

Para Diana, la forestería comunitaria va más allá del manejo de los recursos naturales. «Es un tejido de experiencias, de compartir esfuerzos en comunidad, de crecer juntos». A lo largo de estos años, el proyecto ha permitido intercambiar conocimientos con otras comunidades y fortalecer la identidad cultural indígena en torno a la protección del territorio.

A pesar de los desafíos, Diana y su equipo continúan tocando puertas y buscando aliados que los ayuden a seguir adelante. «No queremos que se acaben las ganas, la visión está clara y estamos convencidos de que lo vamos a lograr», concluye.

La comunidad de San Antonio demuestra que la resistencia y el trabajo colectivo pueden transformar el futuro. Diana, como líder, encarna la esperanza de un modelo de desarrollo sostenible donde el bosque y la comunidad crecen juntos.

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