Bosquelago de Jaramillo Mora Constructora: una apuesta sostenible de alto impacto

Ubicado en Jamundí, el proyecto Bosquelago armoniza el crecimiento inmobiliario con la recuperación de espacios naturales que se encontraban degradados, mientras se protege la biodiversidad

Isabella Salazar Gaitán

Bosquelago Bioparque Residencial es un macroproyecto de Jaramillo Mora Constructora, empresa vallecaucana que durante 55 años de historia se ha consolidado como un referente de generación de huella social y ambiental positiva, aportando al progreso regional y nacional bajo su convicción de que ¡A Colombia la construimos todos!.

Bosquelago contará con 5.000 viviendas, en una extensión de 113,60 hectáreas. En el corazón de este proyecto, se encuentra la recuperación y conservación de un humedal de 5,4 ha y de un bosque de guadua de 5,2 ha, ambos ecosistemas vitales para la biodiversidad local.

Pedro Alejandro Martínez, codirector ejecutivo de Jaramillo Mora, habló acerca de este proyecto: “Con Bosquelago reafirmamos nuestro compromiso con la sostenibilidad, le apostamos a la planificación sostenible con proyectos que combinan espacios privados y públicos que fomentan la convivencia comunitaria, mientras preservan la biodiversidad, garantizando un desarrollo respetuoso con el entorno. Es así como creamos hábitats que transforman vidas”.

Gracias a la recuperación que se ha hecho de este espacio desde 2022, y a la instalación de aireadores operados por energía fotovoltaica que evitan emisiones de CO2, se oxigenó el agua y se logró aumentar en 38% la biodiversidad presente, representado en la presencia de 102 especies de aves migratorias y fauna silvestre que convive alrededor.

Para lograr la recuperación del humedal que se encontraba degradado, se extrajeron más de 34.000 toneladas de material vegetal que no permitían observar la vida y la belleza del entorno. Como parte del desarrollo del proyecto, habrá un gran parque municipal de 22,5 hectáreas de extensión, que se convertirá en un espacio ecológico funcional, abierto y protegido con zonas de observación de la fauna para fomentar la conexión entre los ciudadanos y la naturaleza.

Antes y después del humedal recuperado por la constructora. Foto: Jaramillo Mora Constructora.Antes y después del humedal recuperado por la constructora. Foto: Jaramillo Mora Constructora.

De acuerdo con el codirector, “con este proyecto se potencia la oferta de servicios ecosistémicos y se generan experiencias ambientales que benefician a la población del Valle del Cauca. Desde Jaramillo Mora seguiremos implementando estrategias para la conservación del humedal, de forma sostenible”.

De esta manera, Bosquelago se convierte en un referente para futuros desarrollos urbanísticos responsables en Colombia, integrando sostenibilidad y bienestar social. Además, este proyecto fue reconocido en el pasado mes de abril con el premio a Mejor Experiencia Ambiental que fue otorgado por Camacol Valle.

La fauna del humedal se ha incrementado.Jaramillo Mora Constructora

Más que un proyecto, Bosquelago es una visión de futuro, donde ciudad y naturaleza coexisten en armonía. En un momento en el que los desafíos climáticos, la pérdida de biodiversidad y la crisis climática golpean con fuerza al país, este proyecto de Jaramillo Mora representa un modelo replicable de integración ecológica, gestión ambiental y conciencia colectiva.

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Diana Isabel Villalba usa el poder de la guadua para unir al pueblo indígena Pijao

Desde el corazón del resguardo indígena San Antonio, en el Tolima, Diana Isabel Villalba lidera un proyecto pionero en forestería comunitaria basado en la guadua. Un proceso que inició con pequeñas iniciativas en 2016, pero que fue oficialmente apoyado en 2018 por el Ministerio de Ambiente y la FAO. Hoy, con más de siete hectáreas de plantaciones, su trabajo y el de su comunidad enfrentan retos y sueños que buscan consolidarse en una ecoempresa sostenible.

Diana Isabel Villalba usa el poder de la guadua para unir al pueblo indígena Pijao | Confidencial Noticias

El nacimiento de una iniciativa

El proyecto de forestería comunitaria con guadua nació como un esfuerzo colectivo por parte de la comunidad del resguardo indígena. En sus inicios, se establecieron seis hectáreas de bosque de guadua con la idea de generar un modelo sostenible de producción que permitiera la conservación ambiental y el desarrollo económico de la comunidad.

Además de la guadua, el proyecto incorporó cultivos de café, plantas medicinales y aromáticas, diseñados para ofrecer beneficios a corto y mediano plazo. De esta manera, mientras la guadua crecía, el café comenzaba a producir, asegurando cierta estabilidad económica para los involucrados.

Para Diana y su equipo, la guadua ha sido más que una planta; ha sido un símbolo de cambio y crecimiento. «Siempre ha estado aquí, pero nunca habíamos hecho un manejo forestal de ella. En este proceso nos dimos cuenta de su importancia dentro de nuestra cosmovisión indígena», explica Diana.

La comunidad recibió apoyo de la FAO y el Ministerio de Ambiente en cuatro etapas. Estas ayudas incluyeron capacitación técnica, asesoría en mercadeo y aportes de insumos esenciales. Sin embargo, la intermitencia en la financiación y la falta de continuidad han sido los mayores desafíos. «Nos apoyaban por tres meses y luego pasábamos largos periodos sin ayuda, lo que nos ha obligado a buscar alternativas para mantener el proyecto a flote», cuenta.

Desafíos y resistencia

El mantenimiento de la guadua es una tarea demandante. Se requiere poda cada tres o cuatro meses y fertilización constante. Sin el apoyo económico suficiente, la comunidad ha tenido que invertir sus propios recursos. En sus inicios, el proyecto contó con 43 personas asociadas, pero debido a las dificultades, hoy solo quedan 14, muchos de ellos con dudas sobre la viabilidad a largo plazo.

«El gran reto es garantizar la sostenibilidad del proyecto», dice Diana. «Ya no contamos con el respaldo de la FAO y dependemos de recursos del resguardo, que cada vez son más limitados». Sin embargo, la determinación de quienes siguen en la asociación es inquebrantable. «Sabemos que este proyecto puede cambiar vidas, generar empleo y consolidar una economía sostenible en nuestra comunidad».

Diana sueña con una ecoempresa que transforme la guadua más allá de la venta de materia prima. «Queremos fabricar artesanías, pisos, paredes, casas prefabricadas, y hasta alimentos derivados de la guadua. La idea es generar empleo para jóvenes y adultos, y demostrar que este recurso puede ser la base de un modelo económico sostenible», expresa.

El café, por su parte, ya está en producción y se han dado los primeros pasos para su transformación y comercialización. La comunidad cuenta con maquinaria para el procesamiento, pero aún enfrenta barreras como los costos de certificaciones necesarias para su venta en mercados más amplios.

Para Diana, la forestería comunitaria va más allá del manejo de los recursos naturales. «Es un tejido de experiencias, de compartir esfuerzos en comunidad, de crecer juntos». A lo largo de estos años, el proyecto ha permitido intercambiar conocimientos con otras comunidades y fortalecer la identidad cultural indígena en torno a la protección del territorio.

A pesar de los desafíos, Diana y su equipo continúan tocando puertas y buscando aliados que los ayuden a seguir adelante. «No queremos que se acaben las ganas, la visión está clara y estamos convencidos de que lo vamos a lograr», concluye.

La comunidad de San Antonio demuestra que la resistencia y el trabajo colectivo pueden transformar el futuro. Diana, como líder, encarna la esperanza de un modelo de desarrollo sostenible donde el bosque y la comunidad crecen juntos.

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El uso del bambú en Bali

El gimnasio de la Green School, del estudio Ibuku, es una construcción orgánica e intuitiva que utiliza un material estructural mínimo

Interiores de El Arco, gimnasio de Green School, en la isla de Bali.

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