El papel de bambú, ¿realmente ecológico? Un estudio revela su impacto ambiental negativo

El papel de bambú, ¿realmente ecológico? Un estudio revela su impacto ambiental negativo

octubre 31, 2025

En los últimos años, el papel tissue fabricado a partir de bambú, originario de China, se ha posicionado como una opción popular entre los consumidores preocupados por el medio ambiente. Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad Estatal de Carolina del Norte pone en entredicho la verdadera sostenibilidad de estos productos. La investigación revela que, en términos de huella de carbono, el papel de bambú podría no ofrecer beneficios climáticos significativos en comparación con el papel tissue convencional producido en Estados Unidos y, en algunos casos, podría resultar incluso más perjudicial para el medio ambiente.

El estudio, titulado Evaluación comparativa del ciclo de vida del papel higiénico basado en bambú y en madera: implicaciones del abastecimiento de fibra y las tecnologías de conversión, se centra en la comparación de la huella de carbono del papel tissue de bambú fabricado en China con el de papel convencional producido en EE.UU. y Canadá. Los investigadores concluyen que, aunque la biomasa de bambú en sí no genera más gases de efecto invernadero que la madera tradicional, la dependencia del carbón en la red eléctrica china provoca un incremento significativo en las emisiones en comparación con las fuentes de energía más limpias utilizadas en América del Norte.

Impacto ambiental del papel de bambú

Según Naycari Forfora, autora principal del estudio y candidata a doctora en la Facultad de Recursos Naturales de la NC State, «en lo que respecta a las emisiones, la tecnología utilizada para crear el papel higiénico es mucho más importante que el tipo de fibra del que está hecho». Forfora enfatiza que «debido a la alta dependencia del carbón en la red eléctrica de China, las emisiones a lo largo de toda la cadena de suministro del papel son más altas que las observadas en el caso del papel basado en madera».

Ronalds Gonzalez, profesor asociado en NC State y coautor del estudio, destaca que «fabricar papel higiénico a partir de bambú no es significativamente diferente de utilizar otras fuentes de madera». Gonzalez explica que «el bambú es un cultivo como cualquier otro, y pasa por los mismos procesos de producción que la madera brasileña o canadiense». Esta percepción errónea de que el bambú es una opción «libre de árboles» puede llevar a los consumidores a subestimar el impacto ambiental asociado a su producción, especialmente considerando la dependencia de las fábricas chinas del carbón.

Los investigadores encontraron que la producción de papel tissue de bambú en China es responsable de casi 2,400 kilogramos de dióxido de carbono equivalente por tonelada de papel producido, en comparación con 1,824 kgCO2eq/ton para el papel de madera producido en EE.UU. Además, el papel de bambú chino muestra un rendimiento inferior en varias categorías ambientales, incluyendo la formación de smog, efectos respiratorios y ecotoxicidad.

Es relevante señalar que estas diferencias se reducen significativamente cuando la producción de bambú se lleva a cabo en regiones con redes eléctricas limpias, lo que refuerza la conclusión de que las mejoras tecnológicas son mucho más impactantes que un cambio en el tipo de fibra al desarrollar estrategias de descarbonización.

Los autores son miembros de la Iniciativa de Fibras Sostenibles y Alternativas (SAFI) de NC State, la mayor coalición dedicada a avanzar en el conocimiento sobre la sostenibilidad de las fibras convencionales y alternativas. SAFI reúne a más de 30 socios locales y globales de la industria, la academia y el gobierno para impulsar conjuntamente la innovación y el desarrollo responsable de fibras.

Coautores del estudio incluyen a Rhonald Ortega, Isabel Urdaneta, Ivana Azuaje, Keren A. Vivas, Hasan Jameel y Richard Venditti de NC State.

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Diana Isabel Villalba usa el poder de la guadua para unir al pueblo indígena Pijao

Desde el corazón del resguardo indígena San Antonio, en el Tolima, Diana Isabel Villalba lidera un proyecto pionero en forestería comunitaria basado en la guadua. Un proceso que inició con pequeñas iniciativas en 2016, pero que fue oficialmente apoyado en 2018 por el Ministerio de Ambiente y la FAO. Hoy, con más de siete hectáreas de plantaciones, su trabajo y el de su comunidad enfrentan retos y sueños que buscan consolidarse en una ecoempresa sostenible.

Diana Isabel Villalba usa el poder de la guadua para unir al pueblo indígena Pijao | Confidencial Noticias

El nacimiento de una iniciativa

El proyecto de forestería comunitaria con guadua nació como un esfuerzo colectivo por parte de la comunidad del resguardo indígena. En sus inicios, se establecieron seis hectáreas de bosque de guadua con la idea de generar un modelo sostenible de producción que permitiera la conservación ambiental y el desarrollo económico de la comunidad.

Además de la guadua, el proyecto incorporó cultivos de café, plantas medicinales y aromáticas, diseñados para ofrecer beneficios a corto y mediano plazo. De esta manera, mientras la guadua crecía, el café comenzaba a producir, asegurando cierta estabilidad económica para los involucrados.

Para Diana y su equipo, la guadua ha sido más que una planta; ha sido un símbolo de cambio y crecimiento. «Siempre ha estado aquí, pero nunca habíamos hecho un manejo forestal de ella. En este proceso nos dimos cuenta de su importancia dentro de nuestra cosmovisión indígena», explica Diana.

La comunidad recibió apoyo de la FAO y el Ministerio de Ambiente en cuatro etapas. Estas ayudas incluyeron capacitación técnica, asesoría en mercadeo y aportes de insumos esenciales. Sin embargo, la intermitencia en la financiación y la falta de continuidad han sido los mayores desafíos. «Nos apoyaban por tres meses y luego pasábamos largos periodos sin ayuda, lo que nos ha obligado a buscar alternativas para mantener el proyecto a flote», cuenta.

Desafíos y resistencia

El mantenimiento de la guadua es una tarea demandante. Se requiere poda cada tres o cuatro meses y fertilización constante. Sin el apoyo económico suficiente, la comunidad ha tenido que invertir sus propios recursos. En sus inicios, el proyecto contó con 43 personas asociadas, pero debido a las dificultades, hoy solo quedan 14, muchos de ellos con dudas sobre la viabilidad a largo plazo.

«El gran reto es garantizar la sostenibilidad del proyecto», dice Diana. «Ya no contamos con el respaldo de la FAO y dependemos de recursos del resguardo, que cada vez son más limitados». Sin embargo, la determinación de quienes siguen en la asociación es inquebrantable. «Sabemos que este proyecto puede cambiar vidas, generar empleo y consolidar una economía sostenible en nuestra comunidad».

Diana sueña con una ecoempresa que transforme la guadua más allá de la venta de materia prima. «Queremos fabricar artesanías, pisos, paredes, casas prefabricadas, y hasta alimentos derivados de la guadua. La idea es generar empleo para jóvenes y adultos, y demostrar que este recurso puede ser la base de un modelo económico sostenible», expresa.

El café, por su parte, ya está en producción y se han dado los primeros pasos para su transformación y comercialización. La comunidad cuenta con maquinaria para el procesamiento, pero aún enfrenta barreras como los costos de certificaciones necesarias para su venta en mercados más amplios.

Para Diana, la forestería comunitaria va más allá del manejo de los recursos naturales. «Es un tejido de experiencias, de compartir esfuerzos en comunidad, de crecer juntos». A lo largo de estos años, el proyecto ha permitido intercambiar conocimientos con otras comunidades y fortalecer la identidad cultural indígena en torno a la protección del territorio.

A pesar de los desafíos, Diana y su equipo continúan tocando puertas y buscando aliados que los ayuden a seguir adelante. «No queremos que se acaben las ganas, la visión está clara y estamos convencidos de que lo vamos a lograr», concluye.

La comunidad de San Antonio demuestra que la resistencia y el trabajo colectivo pueden transformar el futuro. Diana, como líder, encarna la esperanza de un modelo de desarrollo sostenible donde el bosque y la comunidad crecen juntos.

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¿Las estructuras livianas requieren de licencia de construcción para su desarrollo?

¿Las estructuras livianas requieren de licencia de construcción para su desarrollo?

Respuesta
En materia de estructuras livianas, el Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio expidió la Circular 2021EE0090167 del 5 de agosto de 2021 por medio de la cual realizó algunas precisiones para la instalación de tal tipo de estructuras.

Esta circular establece que las estructuras livianas se caracterizan por: (i) estar soportada y amarrada con materiales livianos; (ii) ser fácilmente instalable y desmontable en cualquier tiempo y lugar; (iii) no generar ningún tipo de detrimento en el terreno; y (iv) su comportamiento dinámico difiere del de edificaciones convencionales, no requerirá de la obtención de licencia de construcción.

En caso contrario, si se pretende adelantar una construcción que necesite cimientos, soporte cargas gravitacionales, genere detrimento en el terreno, su comportamiento dinámico corresponda al de una edificación convencional y su uso primordial sea la habitación u ocupación por seres humanos, se requerirá que ésta cumpla con las normas de construcción sismo resistente -Ley 400 de 1997 y Norma Sismo Resistente NSR-10, o las normas que las adicionen, modifiquen o sustituyan- y adelantar el trámite de licenciamiento urbanístico -Ley 388 de 1997, Decreto 1077 de 2015, y las Resoluciones 1025 y 1026 de 2021 expedidas por el Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio, o las normas que las adicionen, modifiquen o sustituyan- con el fin de no poner en peligro la vida y bienes de las personas, así como garantizar la seguridad de quienes lo habitan.

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